Por
Rodulfo Reyes
Que Andrés Manuel López Obrador incruste en el juego de la sucesión al secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, y que luego le escamotee la condición de precandidato puede traerle problemas a Morena y aun al propio presidente… Al menos está confundiendo a los posibles votantes sobre si el segundo tabasqueño del gabinete debe ser considerado para sucederlo.
¿Por qué el mandatario parece alentar a su principal colaborador y en seguida se desdice? ¿Está jugando con un tema que él puso en la mesa de discusión con dos años de anticipación?
El pasado 28 de abril, el presidente, en una reunión con diputados federales de Morena, PT y PVEM para agradecerles que hayan aprobado las reformas a la ley minera, pareció relanzar a un competidor más, pero esta vez al que hace poco él mismo había descartado.
–A ver, vamos a poner a consideración (de ustedes), vamos a hacer una especie de encuesta, de consulta, rápida, breve. ¿Verdad –díganme si sí o si no– que tenemos un buen secretario de Gobernación? –soltó el presidente.
La confirmación del sííí, que duró al menos 20 segundos, fue acompañada del grito de ¡pre-si-den-te pre-si-den-te! de los legisladores reunidos con el titular del Ejecutivo en el Salón Tesorería de Palacio Nacional.
Al día siguiente, como era de esperarse, los diarios de la Ciudad de México leyeron que había sido el destape oficial de Adán Augusto la consulta a mano levantada realizada por López Obrador entre diputados.
Pero un día después, desde Isla Mujeres, Quintana Roo, durante su conferencia de prensa matutina, el jefe de la nación rechazó que haya destapado al secretario de Gobernación, y reiteró que el candidato de Morena a sucederlo en 2024 debe ser elegido a través de una encuesta en la que podrían participar hasta cinco aspirantes.
No era esa la primera vez que el Ejecutivo federal excluía a su paisano: en la primera semana de abril, en su mañanera, luego de que el secretario de Gobernación fuera candidateado por su activismo en las giras para promover la revocación de mandato presidencial realizada el domingo 10 del pasado mes, dijo que su colaborador no era precandidato.
“En el caso de Adán Augusto, pues él está visitando los estados para cumplir con su responsabilidad, no a promover la consulta, no va a mítines. Para que se tranquilicen y serenen los adversarios, está ayudándome en la transformación. No es candidato a la Presidencia. Entonces que no se confundan, él no está actuando de esa forma”, subrayo.
Esta postura del mandatario hace que «cada vez» más los analistas «entiendan menos» lo que pasa por su mente, y plantea la interrogante de si López Obrador puede caer en su propia trampa.
Si bien el secretario de Gobernación es uno de sus leales, jugar con él de esa manera podría traerle dolores de cabeza y generarle inestabilidad en su gobierno.
Hay en estos momentos demasiada política ficción que puede confundir lo mismo a Adán Augusto que a mucha gente, sobre todo a los potenciales votantes que están recibiendo mensajes encontrados sobre el tabasqueño que despacha en el Palacio de Cobián.
De esa manera, además, el propio mandatario le genera un ruido innecesario a la sucesión: la está reduciendo a un simple meme y la ciudadanía no la va a tomar con seriedad.
Lo único que queda claro es que López Obrador disfruta de confundir a los conservadores: él es el único que sabe en qué está pensando y cuál es su estrategia para la nominación del abanderado presidencial.
El presidente se solaza con el hecho de que él tiene todas las cartas del juego bajo su control, y que sus adversarios están desconcertados porque no adivinan sus movimientos.
El analista Leo Zuckerman, en un su más reciente columna Juegos de poder, asegura que Adán Augusto es el precandidato morenista “más parecido” al de Macuspana: “Es tabasqueño, habla como tabasqueño, se parece físicamente al presidente y se apellida López. Si de imitaciones se tratara el 24, el secretario de Gobernación lleva la ventaja”.