Por
Rodulfo Reyes
Cuando ya ha terminado prácticamente la administración de Andrés Manuel López Obrador (los meses que le restan serán de campañas políticas, como casi todo el sexenio), a Tabasco sigue sin llegar la gran inversión y el desarrollo que todos esperaban por ser la tierra del primer tabasqueño en llegar a Palacio Nacional. Aun así, Morena cree que va a exterminar a la oposición en las elecciones de 2024, pues anualmente el gobierno federal reparte unos 15 mil millones de pesos en ayuda social.
En el quinto año del gobierno de la llamada Cuarta transformación, en el edén lopezobradorista nada más se han hecho (o se están terminando de construir) dos pasos a desnivel que desde un principio denotaron fallas estructurales y una mala planeación, además de haber salido excesivamente caros.
Vaya, los dos puentes que son la obra magna de la administración del secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, quien despachó en Plaza de Armas hasta mediados de 2021 y que dejó como interino a quien lo ha sustituido cada que pide licencia a un cargo de elección popular, apenas servirían para empatar en «obras» al mandato del perredista Arturo Núñez Jiménez, que es considerado el peor gobernador que ha tenido Tabasco.
En los seis años de Núñez solo se hizo un paso a desnivel sobre el poblado Pomoca que también tiene fallas estructurales y una mala planeación.
Núñez fue el primer mandatario que llegó al poder en 2012 gracias al apoyo del ahora presidente de México.
Los tabasqueños han salido a votar en masa por López Obrador las tres veces que participó en una elección presidencial. Sin distingo, en 2006, 2012 y 2018 sus paisanos le reiteraron el apoyo decidido por lo que representaba para la entidad que un natural de la tierra de Carlos Pellicer Cámara llegase a Palacio Nacional.
El triunfo en 2018 fue celebrado como el mayor acontecimiento cívico que se recuerde en la historia reciente del estado.
De pronto, en el imaginario colectivo empezó a verse a Tabasco como una entidad a la que el desarrollo iba a llegar con las carretadas de dinero que mandaría el gobierno federal.
Pero el recurso a manos llenas no ha sido para el estado: la inversión federal se ha concentrado en la refinería de Dos Bocas, en Paraíso, el principal proyecto del presidente López Obrador que ya lleva consumido casi 17 mil millones de dólares, casi tres veces más que su coste calculado.
En el Tren Maya, cuyo impacto será mucho menor en Tabasco en relación con otros estados de la región, el gobierno ya gastó 200 mil millones de pesos, cuando el costo inicial era de 140 millones de pesos.
En esas dos obras “emblemáticas” de AMLO se han dilapidado recursos multimillonarios, mientras que a la 4T solo le ha alcanzado para dos pasos a desnivel muy chafas en Villahermosa.
Aunque fueron compromisos de campaña, los gobiernos de Morena no han podido terminar las carreteras que conectarían al estado con el centro del país. La autopista de Villahermosa a Cárdenas es el mejor ejemplo: ya han pasado tres administraciones y no se ha logrado concluir un tramo de 45 kilómetros.
Pese a ello, el partido vinotinto sigue arriba en las encuestas y sus cuadros gobernantes son de la idea de que en 2024 volverán a pasarle encima al PRI, al PRD y al PAN.
Datos oficiales indican que anualmente el gobierno federal destina 15 mil millones de pesos para programas sociales en Tabasco, lo que viene a ser la base del optimismo que se manifiesta en las adelantadas campañas, en las que el signo dominante es que los precandidatos morenistas están peleando entre ellos, más que contra los opositores al régimen.
La duda que persiste es cómo van a explicar durante las campañas los abanderados que en seis años de la administración de AMLO Tabasco no creció como todos esperaban.
En 2018 todo mundo creía que en 2024 Tabasco iba a estar por lo menos como el Estado de México cuando concluyó el gobierno del mexiquense Enrique Peña Nieto.