Por
Rodulfo Reyes
La elección del abanderado de Morena a la gubernatura de Tabasco no debería presentar ningún sobresalto: la designación la hará una sola persona y nadie pone en duda que el presidente Andrés Manuel López Obrador es obstinado en sus decisiones. Por eso es creíble que en el equipo del precandidato Javier May Rodríguez estén convencidos de que el responsable del Tren Maya ya cuenta con la anuencia de Palacio Nacional para hacer proselitismo desde su posición de director del Fondo Nacional Para el Fomento al Turismo (Fonatur).
No podía ser de otra manera si se revisa la forma en que se han resuelto las nominaciones en la tierra del mandatario nacional desde que renunció al PRI en 1988: este año y en 1994 él fue el candidato; en 2000, 2001 y 2006 respaldó a Raúl Ojeda Zubieta; en 2012, de entre Adán Augusto López Hernández y Arturo Núñez Jiménez se inclinó por este último; y en 2018 finalmente se decidió por quien ahora es su secretario de Gobernación.
Cuando ha sido el gran elector nunca ha enfrentado oposición interna, salvo en 2006 que Humberto Mayans Canabal trató de arrebatarle el lugar a Raúl Ojeda, pero el de Macuspana respondió con virulencia ordenando que toda la nomenclatura del PRD firmara un pronunciamiento a favor de Ojeda; el único que no lo rubricó fue Laureano Naranjo Cobián, que era conocido por su enjundia como maestro de ceremonias en los mítines de la izquierda.
Al periodista René Alberto López, corresponsal de La Jornada, que en ese tiempo también era director del diario opositor La Verdad del Sureste, fundado por AMLO, le tocó atestiguar de primera mano la forma en que López Obrador desactivó la inconformidad de Mayans, que terminó yéndose del sol azteca para volverse coordinador general de campaña del candidato priísta Andrés Granier Melo, quien, a su triunfo, lo nombró secretario de Gobierno.
En Tabasco se considera que si siendo opositor no dejó que nadie se interpusiera en sus decisiones, menos lo va a permitir ahora como Presidente.
El 5 de enero de 2017 López Obrador declaró en Palenque, Chiapas, que –rumbo a los comicios del año siguiente– solo Adán Augusto le había manifestado su intención de buscar la Quinta Grijalva.
Que López Hernández iba a ser el bueno del partido del presidente para las elecciones de 2018 se sabía desde al menos en octubre de 2015 que pidió licencia al Senado para dedicarse a organizar los trabajos del nuevo instituto político y fue nombrado dirigente estatal de Morena.
Antes de ausentarse de la Cámara Alta, al actual titular de Gobernación ya se le había designado promotor en Tabasco de la defensa de la soberanía nacional, estatus que se le daba a los allegados a AMLO que estaban destinados para competir por una gubernatura; ya con el tabasqueño en la Presidencia, esa distinción pasó a denominarse coordinador de delegados federales.
De ahí que sea creíble la especie de que a May, con tres años de anticipación, ya se le autorizó arrancar su proselitismo. Y acaso por eso varios morenistas con representatividad como los diputados Rafael Elías Sánchez Cabrales y Jorge Bracamontes han empezado lo que en la tradición priísta se conoció como la cargada.
Quizá el único elemento que podría incidir en la decisión final del mandatario sea el desenlace de la sucesión presidencial, en la que hay un jugador de casa: el secretario de Gobernación tiene las mismas posibilidades de ser candidato que la mandataria capitalina Claudia Sheinbaum y el canciller Marcelo Ebrard.
En caso de resultar ungido, Adán Augusto podría tener “alguna opinión” en la designación del bueno; y de no lograr la plaza bien podría ser recompensado dejándosele la responsabilidad de Tabasco por su lealtad con AMLO.
Además de May, a quien se considera el puntero en el ánimo del inquilino de Palacio Nacional, también se apunta para el 2024 a Rosalinda López Hernández, hermana del secretario de Gobernación y cónyuge del gobernador chiapaneco Rutilio Escandón Cadenas, así como a Raúl Ojeda.
Mientras, en la oposición los que han levantado la mano para buscar la gubernatura en 2024 no logran concitar el interés de los tabasqueños, de quienes ocho de cada diez apoyan a su Presidente, cuya aprobación en su tierra en números cerrados es de 87 %.