Por
Rodulfo Reyes
Cuando ya era dirigente nacional del PRD y regresaba a Tabasco, su tierra, a encabezar manifestaciones contra gobiernos priístas, a Andrés Manuel López Obrador le entretenía volver a escuchar las anécdotas de un alcalde de Cárdenas de la década de los setenta, Julián Montejo, famoso por su chispa de político campirano.
Se cuenta, entre otras peculiaridades atribuidas al protagonista de este relato, que durante una celebración del Grito de Dolores para terminar de resonar la frase del cura Miguel Hidalgo, cerró con un enérgico ¡Viva América!
Y su esposa, que llevaba el nombre del continente, de inmediato, como acicateada por un resorte, le arrebató el micrófono y pegó un chillido frente a la multitud reunida en la plaza pública del segundo municipio en importancia de Tabasco.
–Pues que viva Julián también –exclamó la primera dama del municipio poniéndole más bulla al evento patrio.
Hoy que el pormenor corre en boca de los tabasqueños aún resuenan las risas que soltaron aquella noche de un 15 de septiembre los paisanos de don Julián.
Otra broma que se le enjareta es que, en alguna ocasión a mediados de semana, le estaba dando un dictado a su secretaria para citar a un funcionario para el siguiente viernes, pero cuando la asistente le preguntó si ese día se escribía con v chica o con b grande, le dio la contraorden de convocarlo para el próximo lunes.
López Obrador emigró a la Ciudad de México en 1996 que fue nombrado dirigente nacional del PRD; pero desde 1994 que perdió por segunda vez las elecciones para gobernador de Tabasco ante el priísta Roberto Madrazo Pintado (la primera, en 1988, lo derrotó el priísta Salvador Neme Castillo), empezó a ausentarse de su estado para hacer política nacional.
Desde sus inicios el de Macuspana tuvo la cobertura informativa en sus giras de diarios de la Ciudad de México; La Jornada nunca dejó de acompañarlo en sus recorridos. En muchas ocasiones regresaba escoltado de políticos de otras latitudes.
Cuando los reporteros se le acercaban, de inmediato se dirigía al periodista René Alberto López, corresponsal de La Jornada, e invariablemente le pedía que les desgranara a sus acompañantes los lances del ilustre Julián Montejo, que el reportero tabasqueño conocía de memoria por ser oriundo de Cárdenas.
El relato que más le gustaba escuchar al ahora presidente de México es el de un encuentro que tuvo Montejo con un amigo de la infancia en un puesto ambulante de aguas de frutas, en donde ambos pidieron licuado de papaya, pero la mesera le dijo a don Julián que para él ya solo quedaba melón; muy seguro de sí, el personaje contestó: “Está bien melón, total es verdura”.
Julián Montejo fue presidente municipal de Cárdenas durante el sexenio del gobernador Mario Trujillo García (1971-1977), y al terminar su trienio llegó a ser diputado federal.
De linaje rural, se le recuerda por el ingenio con que libraba situaciones desconocidas por solo contar con la instrucción de la vida. Una de ella fue que como integrante de la bancada legislativa de Tabasco en San Lázaro, se pronunció a favor de la candidatura para gobernador de Leandro Rovirosa Wade, quien tiempo después logró la nominación.
Aquella vez sorprendió a todos porque en esa época no se podía hacer una manifestación pública de ese calibre sin la venia del presidente.
Ahora muchos creen ver en AMLO algunas actitudes de Julián Montejo, aunque el de Macuspana sí tuvo una formación universitaria, mientras su paisano no fue a las aulas.