Por
Rodulfo Reyes
Ha sido un enigma entender el porqué al menos tres de quienes encabezan la lista de periodistas más golpeados por el presidente Andrés Manuel López Obrador han tenido palabras de reconocimiento para el secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, si de todos es sabido –sobre todo ellos que son analistas– que el tabasqueño está acercándose con diversos actores por instrucciones de su paisano y jefe.
¿Creen los influyentes comunicadores que, si finalmente el gobernador con licencia de Tabasco logra la candidatura presidencial y sustituye a López Obrador, el régimen de Morena, de continuar en el poder federal, va a cambiar su relación con la prensa?
¿El secretario les ha vendido la esperanza de que con él pueden dejar de ser perseguidos por el Estado mexicano si mantienen una actitud crítica ante el gobierno?
Carlos Loret de Mola, Joaquín López Dóriga y Ciro Gómez Leyva, los más satanizados por el oriundo de Macuspana, quizá no están enterados que en los tres años que estuvo al frente de la administración de Tabasco, López Hernández fue el único mandatario vinotinto del país que no tuvo tratos con los medios.
Mientras Chiapas y Veracruz, por citar a dos estados también gobernados por Morena, establecían convenios de publicidad con empresas editoriales, la tierra del presidente mantenía la misma política que nivel federal implementaba la llamada Cuarta transformación.
De hecho, al poco tiempo de haber tomado posesión, Adán Augusto denunció que en Tabasco había periodistas que le vendían medicinas al gobierno del estado.
Y también desde el gobierno se filtró una presunta lista de comunicadores que cobraban en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT).
López Hernández intentó parecerse al Ejecutivo federal apretándole las tuercas la oposición, y en su mandato se recortó el número de regidores de los Ayuntamientos y de diputados de representación proporcional, afectando con ello a los partidos contrarios a Morena; y se suprimió la elección de delegados municipales dejándose su designación a cargo de las comunas.
Por eso el rol que lleva como secretario de Gobernación dista mucho de la política que en materia de comunicación social y en su relación con los partidos mantuvo como Ejecutivo tabasqueño.
Sobre su acendrado lopezobradorismo hay una anécdota que circula en la 4T: en alguna ocasión funcionarios tabasqueños cercanos a AMLO le cuestionaron por qué se desvivía en atenciones con el entonces mandatario estatal, a lo que el presidente habría contestado: Es que a Adán no necesita uno decirle que haga bien las cosas.
Y es que, entre otras cosas, a López Hernández se le atribuye la operación para conseguir un terreno, que era de Pemex, para la refinería en Dos Bocas, Paraíso, asunto que no pudo resolver el director general de esa empresa, Octavio Romero Oropeza, otro allegado del presidente.
Loret, López Dóriga y Gómez Leyva le ven virtudes de operador político con rasgos de conciliador al secretario, y le reconocen que sabe escuchar a todos y que atiende incluso a los adversarios de su jefe.
Este es el papel que le ha encomendado la 4T desde palacio nacional, y en esa faceta lo han conocido los periodistas de quienes el presidente se ha burlado y ha calumniado hasta el hartazgo.
Pero la aureola de puente del presidente parece haberse abollado ahora que se puso de manifiesto que López Hernández no pudo mediar entre el fiscal general Alejandro Gertz Manero y el exconsejero jurídico de la Presidencia, Julio Sherer Ibarra.